Aunque las palabras tienen poder, más del 70% de la comunicación humana es no verbal. Gesto, postura, tono, distancia… todo eso también habla. Y muchas veces, incluso más fuerte que las palabras.
Nuestro cuerpo expresa lo que sentimos incluso cuando no queremos. Una sonrisa forzada, una mirada esquiva, unos brazos cruzados… son señales que los demás perciben (consciente o inconscientemente) y que pueden cambiar el curso de una interacción.
Por ejemplo, mantener contacto visual transmite seguridad y atención, mientras evitarlo puede sugerir incomodidad o desinterés. Una postura abierta comunica disponibilidad; una cerrada, defensa o rechazo.
El lenguaje corporal también varía según la cultura. Lo que en un país es señal de respeto, en otro puede ser ofensivo. Por eso es importante entender el contexto cultural antes de interpretar gestos.
Aprender a leer (y usar) el lenguaje corporal mejora la comunicación interpersonal, ayuda en entrevistas, negociaciones, vínculos y hasta en el ámbito terapéutico.
Porque más allá de las palabras, siempre estamos “hablando” con el cuerpo. Y aprender a escucharlo (en uno mismo y en los demás) es clave para conectar de forma auténtica.





