Muchas personas experimentan síntomas físicos como resfríos, dolores musculares o malestares estomacales justo después de comenzar un periodo de descanso, como las vacaciones. Esta situación, que a primera vista parece contradictoria, tiene una explicación científica relacionada con el funcionamiento del sistema nervioso y la respuesta al estrés.
Durante etapas de gran actividad y tensión, el cuerpo activa mecanismos de defensa que lo mantienen en estado de alerta. Este funcionamiento sostenido se acompaña de un aumento en la producción de hormonas como el cortisol, que ayudan a bloquear temporalmente procesos inflamatorios o síntomas incipientes. Sin embargo, al disminuir la presión externa y relajarse, el organismo baja esa guardia, permitiendo que lo que estaba latente se manifieste.
Este fenómeno ha sido identificado por especialistas como “síndrome del descanso”, y aunque no es una enfermedad en sí misma, sí puede generar consecuencias físicas reales. Dolores musculares, contracturas, trastornos gastrointestinales e incluso infecciones leves son algunas de las manifestaciones comunes.
Los médicos recomiendan no realizar cambios bruscos de ritmo durante los días de descanso. Es importante mantener una rutina equilibrada, con buena alimentación, ejercicio suave y horarios de sueño estables. Además, se sugiere prestar atención a las señales del cuerpo y no subestimar síntomas que podrían estar indicando un problema de salud subyacente.
Evitar la hiperexigencia previa a las vacaciones y darse espacios de cuidado durante el año son formas de prevenir que el cuerpo colapse justo cuando debería recuperar energías. Descansar no solo implica parar, sino también reconectar con el bienestar físico y emocional.






