La irrupción de la inteligencia artificial (IA) está modificando de manera acelerada la estructura del empleo a nivel global. Según un informe del Foro Económico Mundial, se estima que hacia 2027 la automatización y las nuevas tecnologías generarán 69 millones de nuevos puestos de trabajo, pero también desplazarán a unos 83 millones de trabajadores. Este panorama plantea un escenario de cambio profundo en los mercados laborales, donde la capacitación constante se vuelve una necesidad más que una opción.

En América Latina, la situación es particular. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advierte que la región enfrenta una doble presión: por un lado, la incorporación más lenta de tecnologías en comparación con países desarrollados; por el otro, la vulnerabilidad de un gran número de empleos informales que podrían ser reemplazados por sistemas automatizados. Esto obliga a los Estados a repensar sus políticas de formación y reconversión laboral.

Los sectores más impactados por la IA son aquellos que incluyen tareas rutinarias y repetitivas. Call centers, procesos administrativos y ciertas funciones logísticas ya muestran un reemplazo progresivo de la mano humana por algoritmos de aprendizaje automático. En cambio, áreas como el desarrollo de software, la ciberseguridad y la gestión de datos experimentan un fuerte crecimiento en la demanda de profesionales especializados, lo que abre nuevas oportunidades para quienes logren capacitarse.

En países como Argentina, el debate sobre la IA y el trabajo está ganando espacio en la agenda pública. Según datos de la Cámara Argentina de la Industria del Software (CESSI), la demanda de programadores y especialistas en ciencia de datos crece a un ritmo del 10% anual. Sin embargo, aún persiste un déficit de talento: se calcula que hay más de 10.000 vacantes sin cubrir en el sector tecnológico. Esta brecha de habilidades plantea un reto urgente en materia de educación y formación profesional.

Las empresas también atraviesan un proceso de adaptación. Un informe de PwC señala que el 40% de los directivos a nivel mundial planea acelerar la incorporación de IA en sus procesos en los próximos tres años. Sin embargo, más de la mitad reconoce que aún no cuenta con una estrategia clara para capacitar a sus empleados en estas herramientas. Esto evidencia la necesidad de políticas coordinadas entre sector privado y gobiernos para garantizar una transición laboral justa.

La dimensión ética y social del impacto de la IA en el empleo no puede dejarse de lado. Los expertos advierten que, sin medidas de inclusión digital, existe el riesgo de profundizar las desigualdades. Los trabajadores con menor acceso a formación tecnológica serían los más afectados, mientras que quienes cuenten con recursos educativos podrán aprovechar mejor las oportunidades. De allí surge el concepto de “transición justa”, que implica acompañar a los sectores más vulnerables en este proceso.

El futuro del trabajo en la era de la inteligencia artificial dependerá de la capacidad de los países para anticipar los cambios y preparar a su población. La clave estará en el desarrollo de políticas educativas flexibles, incentivos para la capacitación continua y marcos regulatorios que protejan derechos laborales sin frenar la innovación. La IA no necesariamente implica un escenario de pérdida neta de empleos, pero sí de transformación profunda: quienes logren adaptarse tendrán más posibilidades de integrarse a un mundo laboral que ya está en marcha.