En los últimos años, la ciencia ha comenzado a estudiar de forma rigurosa qué nos hace felices. La psicología positiva, una rama relativamente nueva, busca comprender los factores que aumentan nuestro bienestar más allá de simplemente reducir el estrés o la tristeza.

Estudios han demostrado que la gratitud, por ejemplo, tiene un impacto real en la felicidad. Escribir tres cosas por las que estamos agradecidos cada día puede cambiar nuestra perspectiva y mejorar nuestro estado de ánimo en cuestión de semanas.

Otro hábito clave es la conexión social. Las relaciones humanas —familiares, de amistad o de pareja— son uno de los factores más determinantes del bienestar emocional. Sentirse escuchado y apoyado es más importante que tener muchas amistades superficiales.

También se ha demostrado que el ejercicio físico mejora el estado de ánimo tanto como algunos antidepresivos, en ciertos casos. No es necesario entrenar intensamente: caminar 30 minutos al día ya tiene efectos positivos sobre el cerebro.

La meditación y el mindfulness han pasado de ser prácticas alternativas a estar respaldadas por investigaciones científicas. Estas técnicas ayudan a regular la atención, calmar la mente y reducir la ansiedad.

En definitiva, la felicidad no es un destino, sino un conjunto de hábitos y decisiones cotidianas. La buena noticia es que podemos entrenarla, como si fuera un músculo, y mejorar nuestra calidad de vida de manera real y sostenida.