El Gobierno de la Ciudad anunció una ambiciosa obra de infraestructura que promete transformar la movilidad urbana: la ampliación del puente más importante de Buenos Aires, una intervención que busca poner fin a uno de los principales cuellos de botella del tránsito porteño.
El proyecto contempla la incorporación de nuevos carriles, la modernización estructural del puente y la creación de vías exclusivas para transporte público y bicicletas. Con una inversión superior a los 80 millones de dólares, la obra se financiará a través de fondos mixtos entre el Gobierno local y organismos internacionales.
“El objetivo es aliviar el tránsito, reducir los tiempos de viaje y garantizar una circulación más segura. Es una obra estratégica para la movilidad metropolitana”, explicaron desde el Ministerio de Infraestructura porteño. Según las proyecciones, una vez finalizada, la ampliación permitirá duplicar la capacidad de paso vehicular y disminuir en un 40% la congestión en horas pico.
Además, el plan incluye la renovación de veredas, la instalación de nueva iluminación LED y un sistema inteligente de monitoreo de tránsito que regulará los flujos en tiempo real. El puente, que conecta dos de las zonas más transitadas de la ciudad, también será adaptado para garantizar la accesibilidad de peatones y personas con movilidad reducida.
Los trabajos se realizarán en etapas para minimizar el impacto en la circulación diaria. Durante la primera fase se ampliará la estructura central, mientras que en la segunda se incorporarán los accesos laterales y los nuevos carriles exclusivos. Las autoridades estiman que la obra estará finalizada en un plazo de 24 meses.
La ampliación forma parte de un plan integral de movilidad que incluye la expansión de ciclovías, la optimización del transporte público y la integración con el sistema de autopistas urbanas. “Queremos una ciudad más conectada, sustentable y segura para todos”, remarcaron los funcionarios a cargo.
El puente, inaugurado originalmente en la década del 60, se convirtió con los años en un punto crítico para el tránsito porteño y uno de los símbolos de la congestión vehicular. Su modernización representa no solo una mejora en la infraestructura, sino también un paso decisivo hacia una Buenos Aires más eficiente y preparada para los desafíos de la movilidad del futuro.






