Lejos de quedar como una reliquia del pasado, el vinilo atraviesa un nuevo auge impulsado por la Generación Z. En los últimos años, las ventas de discos de vinilo crecieron de manera sostenida y superaron a otros formatos físicos, consolidándose como una de las tendencias más llamativas de la industria musical.
Según datos del sector, los jóvenes nacidos a partir de mediados de los años noventa lideran la compra de vinilos, atraídos por la experiencia física y emocional que ofrece el formato. El ritual de elegir un disco, colocarlo en la bandeja y escuchar un álbum completo contrasta con el consumo inmediato y fragmentado del streaming, dominante en el mundo digital.
Además del sonido analógico, el diseño de las tapas, las ediciones limitadas y los colores especiales se convirtieron en un factor clave. Para muchos consumidores jóvenes, el vinilo funciona también como objeto de colección y pieza estética, más allá de su función musical.
Este fenómeno tuvo un impacto directo en el mercado: sellos discográficos, artistas y tiendas especializadas ampliaron su oferta, mientras que fábricas de vinilos —algunas cerradas durante décadas— volvieron a operar para responder a una demanda en alza.






